Dean Digiacomo |
por Juan Carlos Maimone
Después de muchos años de transitar los distintos circuitos del automovilismo deportivo a nivel mundial, he rescatado de cada uno de ellos recuerdos imperecederos de lugares y personajes que a pesar del tiempo, perduran en lo más inalterable de mi memoria…
El Hotel de la Villa en Monza y el inefable Gianni, Karl y su esposa Anna con platos increíbles en el Avantgarde de Nurburgring, Reynard y su invalorable dedicación a los periodistas en el Four Season de Sebring o el Doctor Mario Finkelstein del autódromo de 9 de Julio en Argentina… Todos fueron lentamente conformando ese paisaje inexorable a la zaga de cada viaje, de cada carrera. Una suerte de decoración activa en cada uno de nuestros escenarios de trabajo.
Sin embargo; existe un lugar, que guarda encantos inigualables y que vine a descubrir hoy, a más de tres décadas de andar el automovilismo: La Casa de Dean Digiacomo en Lime Rock, Connecticut…
Una suerte de catedral del automovilismo, que se respira en cada rincón, en cada detalle, en cada elemento de su decoración. Allí yacen imperturbables cuadros, pinturas, maquetas y miniaturas, que desandan el tiempo y la distancia a manera de museo. Un enorme poster de Don Juan Manuel Fangio sobre el MB SL300, al lado de una foto inédita de Paul Newman visitando la casa Ferrari, Un cuadro enorme de Michael Andretti sobre el Indy de K-Mart debidamente dedicado, codo a codo con Steve McQueen en las 24 Horas de Le Mans del 73. Todo guarda debida transparencia y semejanza con la devoción vigente por el mundo de la velocidad.
Allí no se habla de otra cosa y cada uno de los visitantes - siempre en elevado número - es un ferviente amante de los autos y conocedor de la historia o la esencia de cada uno de ellos y sus pilotos. Pero el centro de atracción inapelable es Dean – para nosotros Dino – que además de ser un piloto de jeraquía, se destaca por constituirse ante cada uno, en un anfitrión de lujo y cocinero inimitable.
Conversar con él mientras cocina, es un lujo, compartir un vino es viajar por la historia y el simple estar con él, es parte de este continuo aprender que después trasladamos al papel. A su lado, mi personaje inolvidable, su perro Rocco, un Basset Hound de algo más de un año imposible de no amar.
Si alguna vez pasa por Lime Rock, visite esa casa, está allí, en una loma, mirando la recta principal de este legendario autódromo norteamericano, algo para recordar…
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